Por Angelina Sánchez-Vilchis
A veces hacemos daño y a veces nos hacen daño… Pero la verdad es que cualquiera de las dos formas, son experiencias muy dolorosas, no sólo porque cuando te ofenden u ofendes, te sientes muy mal, sino porque hay consecuencias cuando las personas cruzan esa barrera…
Las consecuencias son muy espinosas, sí, yo así las llamaría porque las relaciones si se reanudan, creo yo, que en la mayoría de los casos ya no son las mismas, pues ya no ves a la otra persona de la misma manera, ya no le tienes confianza, algo se dañó en esa relación, y viene el enojo, como digo, la desconfianza y bueno, el dolor de que alguien me hizo algo que me lastimó… Nos hirieron.
Pero también la persona que hizo el daño, se siente muy mal, a veces levantamos falsos, a veces herimos porque no estamos de acuerdo con alguien, a veces decimos cosas sin pensar, y entonces cuando nos damos cuenta de lo ocurrido nos sentimos completamente devastados, porque no sólo herimos a la persona a la que estamos dirigiendo nuestra ofuscación, estamos hiriendo a todo su entorno –sin querer-, porque muchos involucran a su familia, a su pareja, a sus amigos, y eso es lo más fuerte, que el daño va más allá.
Creo que sí, todos cometemos errores y a veces sin querer ofendemos, lo más importante ya que se hizo este problema, es resarcirlo, hay que poner manos a la obra porque el dolor está hecho, entonces viene lo más difícil que es… pedir perdón. Y por consiguiente ¿perdonar?
Y el pedir perdón no sólo es “si te ofendí perdóname”, porque es obvio que ofendiste, y ese perdón no basta para reparar el daño, hay que tener empatía por la otra persona, la empatía no sólo es ponerse en los zapatos del otro, del ofendido, es estar dispuesto a reparar poco a poco la situación, sí pedir perdón, claro!!! Sí, porque ofendimos, pero saber bien porqué estamos pidiendo perdón, cuál fue realmente la ofensa, ir precisamente al dolor que causamos, pedir perdón por el dolor, no sólo para que nosotros nos sintamos bien de que ya hicimos “lo correcto”, sino de ir hasta el punto de saber en qué ofendimos y tener en cuenta que a quien ofendimos, no estará inmediatamente con la confianza puesta en nosotros otra vez, ni que las cosas serán súper como eran antes, es tener la paciencia, también, para que el ofendido, vuelva a confiar en nosotros…
Es entonces cuando realmente somos perdonados pero no sólo por la otra persona, también hay que reconocer que hay que perdonarnos a nosotros mismos y no quiero “cantinflear” o que nos hagamos bolas en esto, es sólo que el asunto es serio y debo dejar bien claro que cuando ofendemos o nos ofenden, sí podemos perdonar para que nuestras relaciones, si no vuelven a ser las mismas, sean aún mejores, con tiempo, porque no todo se arregla en –un, dos por tres-, pero sí podemos afianzar nuestras relaciones humanas con el verdadero arrepentimiento y demostrarlo.
Para después, perdonar. ¡Ayyyyy! Perdonar a veces puede ser muy difícil, y dependiendo de la situación a veces podría parecer imposible, porque cuando hay infidelidades, traiciones, groserías, malos pensamientos, levantar falsos, etc, etc, Pues a veces por carácter nos cuesta trabajo perdonar a los demás, por nuestras propias formas de ser, de haber sido educados, de la experiencia de cada quien…
Pero creo que tampoco es imposible, bien se dice por ahí que “el que perdona, será libre”…
No es fácil perdonar, pero tampoco dañemos nuestra existencia con resentimientos que no nos llevan, ni nos dejan nada bueno en nuestra vida.
Acuérdense que los quiero mucho a todos, a los que conozco y a los que no, porque dejo en ustedes parte de mi pensar y mi sentir y ustedes también dejan parte de su vida en mí, al leer esto.